
Hoy traemos a este rincón del bardo un poema de una mujer que ya no está con nosotr@s. Nadia Anjoman era una de esas mujeres afganas que nunca se han conformado con el papel que su sociedad ha planificado para ellas. Estudió periodismo en la Universidad de Herat, y comenzó a escribir poesía, llegando a publicar en 2005 un libro de título Gul-e-dodi (La flor grana). Al parecer durante el dominio talibán leyó secretamente a Shakespeare o Dostoievsky, lo que en esa época se castigaba con la horca. Unos meses después de publicar su libro murió por las heridas que le causó su marido. Vaya este poema suyo como reconocimiento a todas aquellas personas que se atreven a levantar su voz contra la represión, el fanatismo y el autoritarismo.
Nadia Anjoman, traducción de Andrés Alfaro
No tengo ganas de abrir la boca
¿De qué debo cantar?
Yo, quien está odiado por la vida,
No hay diferencia de cantar o no cantar.
¿Por qué debo hablar de la dulzura?
Cuando siento yo tanta amargura.
Oh, el festín del opresor
Me tocó la boca.
No tengo ni un compañero en esta vida
¿Para quién puedo estar dulce?
No hay diferencia de hablar, reír,
Morir, ser.
Yo con mi soledad agotada
Con dolor y tristeza.
Nací para nada.
La boca se debe precintar.
Oh mi corazón, ya sabes que es la primavera
Y el momento para celebrar.
¿Qué debo hacer con un ala atrapado?
Que no me deja volar.
He estado callada por demasiado tiempo
Pero nunca me olvido la melodía,
Porque cada momento cuchicheo yo
Las canciones de mi corazón
Que me acuerdan del
Día que voy a romper la jaula.
Volar de esta soledad
Y cantar como un melancólico.
No soy un débil árbol de álamo
Que cualquier viento va a sacudir.
Soy una mujer afgana,
Así que sólo tiene sentido para gemir.
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