Me entero gracias a entrenomadas de la brutal matanza de delfines, que como todos los años, da comienzo en este mes de octubre en Japón, y que acabará con la vida de más de 20.000 delfines. Aparte de recomendar la lectura de su post sobre este tema, es necesario visitar la página que la Fundación Equanimal le dedica a esta campaña.
(Extracto de la página web)
Este mes de octubre, como todos los años, las costas de Taiji (Japón) se teñirán de sangre. Cerca de 20.000 delfines serán atraídos al litoral y acorralados en las bahías poco profundas que rodean esta población. Los pescadores de la zona les darán caza sin tregua, de la forma más cruel, utilizando lanzas, cuchillos y garfios para herirlos mientras esperan a que se desangren lentamente antes de subirlos a sus barcas. Esto es la masacre de delfines.
El Gobierno japonés argumenta la masacre de delfines, repetido año tras año, en que la caza de delfines forma parte de la cultura japonesa. La realidad es que la mayor parte de japoneses (y no digamos el resto del mundo) desconoce que este acto se produzca. Las autoridades se preocupan bien de ocultarlo.
La matanza de delfines en Taiji, es doblemente cruel. No sólo es horrible el modo en que los pescadores masacran a estos animales, golpeándolos, apuñalándolos y arponeándolos hasta que mueren desangrados. Lo más cruel de todo, es que para retener a los delfines, suelen herir a un miembro de la familia, sabiendo que los demás no le abandonarán y se quedarán a su lado, para intentar defenderle, ayudarle, aún sabiendo que van a correr su misma suerte.
Si has tenido la suerte de ver delfines en libertad, no necesitarás que te hablemos de ellos. Su sociabilidad, que les hace acercarse a los barcos en alta mar, lucirse con sus saltos, sus risas y sus acrobacias, mirándonos como si sonrieran, es lo que les hace tan vulnerables ante la crueldad del ser humano.
Los delfines viven en grupos, en familias. Los mayores protegen a los ancianos y a los pequeños. Aunque aún no hayamos podido descifrarlo, sabemos que se comunican mediante un lenguaje complejo, y que incluso cada miembro de una familia, responde a un sonido concreto, a un nombre.
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