VEINTE AÑOS LUCHANDO CONTRA EL PANTANO DE BISCARRUÉS

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Este sábado se celebraron 20 años de movilizaciones contra el pantano de Biscarrués. Sobre los actos, Mª. Victoria Trigo nos envía el siguiente texto.

La Coordinadora Biscarrués-Mallos de Riglos reunió a sus socios y amigos el pasado sábado 24 de noviembre en Plasencia del Monte para celebrar los veinte años de lucha contra el pantano de Biscarrués. Proyecciones de fotografías de manifestaciones y movilizaciones diversas a lo largo de estas dos décadas fueron el soporte visual para el homenaje a quienes dieron los primeros pasos en esta trayectoria y para expresar el agradecimiento por el apoyo recibido por todas las asociaciones de Coagret y diversos colectivos ecologistas. Un grupo de niños escenificó en la sala el paso del río libre de presas, acto tras el cual representantes de todos los ríos, invitados por Jesús Estachod, presidente de la Coordinadora Biscarrués-Mallos de Riglos, soplaron las velas de una tarta. La jornada concluyó con una mención especial a Lola Giménez, incombustible activista en la defensa del Gállego y con la entrega a los asistentes de una lámina del Reino de los Mallos y un ejemplar del libro La Voz de la Campana de Erés.

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RECUPERANDO LA MEMORIA DE LOS OLVIDADOS

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Victoria Trigo nos remite también esta nota y la foto sobre las exhumaciones que la ARMHA está llevando a cabo en Tierga. No quiero perder la oportunidad de felicitarles por esta iniciativa, que esperemos se repita el mayor número de lugares posibles.

El 23 de noviembre la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Aragón (ARMHA) ha comenzado la exhumación en el cementerio de la localidad zaragozana de Tierga de un grupo de fusilados republicanos. Las tareas han estado dirigidas por un equipo de arqueólogos y en ellas se ha contado con la colaboración de vecinos del pueblo y de otras poblaciones cercanas. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que inició los trabajos siguiendo los testimonios de descendientes de los represaliados, estima que en breves jornadas habrán concluído estas labores.

Informó: Victoria Trigo.- Secretaria de Comunicación de la ARMHA

AGUA Y VIDA

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Me piden que difunda esta convocatoria.

PALABRA DE BASTIÁN LASIERRA

Charrar con los abuelos es guardar cultura

La pregunta que la mayoría de veces se me hace: ¿Cómo sabe tantas cosas de Aragón? Uno no sabe ciertamente nada. Cuando algo cuento, no lo digo yo, si no las personas que me lo contaron. Son preguntas y más preguntas en la calle, en una solana y como yo las llamo, consultas. Pero no las de médicos, que en la calle no están bien vistas. ¡Cuantos médicos nos podrían contar sus experiencias en estas consultas! Muchas de ellas se hacen sin mayor intención, fruto de una preocupación momentánea que se aprovecha el encuentro con el médico. Ellos, claro, como es lógico, no quieren pasar por el aro. Conozco algún caso entre el listillo de turno y el médico chungón:

-Una pregunta, señor medico, ahora que lo veo; cuando está usted tan enfriado como yo, ¿Qué hace?

-Toser.

O como el médico de Labuerda que pronto que los veía llegar, les decía:

-Bien, bien, vamos a ver. Cierre usted los ojos y enséñeme la lengua.

Y cuando los tenía así, se largaba.

Pero me voy del tema y es que un servidor soy adicto a las consultas. No con médicos, claro, sino con los abuelicos.

¡Como ha cambiado todo! Esta frase así de chata y perogrullesca me habría con frecuencia toda una fuente de información. Cuando ves un par de ancianos en un carasol, silenciosos, graves, en actitud de espera (¿espera de quien?), me acerco a ellos sin dudar para darles los buenos días y hacer el comentario meteorológico de turno que es la conversación de los que nada tienen que decir. Les ofrezco un cigarrico, lo encendemos y como quien no quiere la cosa les comento: “¡Como ha cambiado todo!” Y ya está:

-¿Qué si ha cambiado? Mira, en mis tiempos…

Y ya lo difícil es hacerlos callar. Tienen muchas cosas que contar y nadie que les escuche. Y ellos son los que saben.

En nuestros pueblos ya no hay niños. Tampoco hay jóvenes; están en las fábricas de las ciudades. Solo hay viejas y viejos. Ellas en la cocina o con un trapo en la mano dando vueltas por la casa porque “siempre hay algo que hacer”. Ellos, cuando hace sol, arrimados a esa pared que también conocen. Si hace malo, en la mesica de la cocina o sentados en la cadiera.

Con su filosofía. Con su mirada ausente. Como si su atención estuviera hacia dentro, por que hacia fuera nada vale la pena. Sueñan, añoran, recuerdan, esperan (¿esperan qué?) ¡Y que visión más exacta de las cosas! Recuerdo la salida de aquel anciano que llevaba de la mano a su nietico. El niño tiraba del abuelo:

-Corre yayo, que llueve.

-Y para que vas a corres, hijo, si más allá llueve también.

Y con sorna. ¿Hablan en serio o en broma? Como aquella pareja. El uno comentaba mirando las nubes:

-Si el cielo sigue así, mañana tendremos un tiempo u otro…
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