AS BRUXAS (segunda parte)
La visita a casa de una bruxa
La tía Basilisa tenía en el lugar fama de bruxa, y frente a todas las prevenciones que nos advertían del peligro que suponía visitarla, mi hermana y yo decidimos visitarla.
Las historias que por el pueblo se contaban de ella nos intrigaban y mi hermana, que era más decidida que yo, me convenció para que fuéramos a su casa. Nos podríamos inventar cualquier pretexto. Decidimos que le pediríamos un poco de sal de parte de la yaya. Ya se sabe que en Aragón todo lo que se “ampra” (se pide prestado) una cabeza de ajos, un ovillo de hilo… se devuelve. Todo, menos la sal porque trae desgracias a quien la presta. Si le pedíamos sal, pues, en casa nunca sabrían que habíamos estado con tía Basilisa. Bueno, quiero aclarar que no era familiar nuestro, sino que en el pueblo a todos los llamábamos tíos y tías.
Cuando trucamos a la puerta, el corazón nos latía más deprisa. Una voz desde dentro nos contesto “sin pecado concebida” a nuestro saludo de “Ave María”, y a continuación dijo que pasáramos. La mitad superior de la puerta estaba abierta y por ella descorrimos el cerrojo de abajo y entramos en el patio. A la derecha una escalera de peldaños desiguales de piedra llevaba a la cocina. Allí estaba ella, sentada en una silleta bajica de enea dándole vueltas al huso que retorcía la blanca lana que le iba prestando a pellizcos la rueca.
Nos miró por encima de las gafas y sonrió con su boca desdentada. Ya no nos pareció tan terrible. No se creyó lo de la sal. Su casa estaba muy apartada de la nuestra y además no teníamos ninguna relación.
-Vamos, que vosotros venís por otra cosa. Hace días que seguís mis pasos cuando voy a por hierbas. Supongo que os interesa eso de las plantas.
Era una suerte que ella se lo dijera todo, ya que así nos facilitaba el camino.
Nos llevó a la falsa. En el suelo, y sobre cañizos, tenía el herbolario más fabuloso que he visto en mi vida. Empezó a enseñarnos planta por planta. Nos decía su nombre y su utilidad.
Allí había hierbas para todos los remedios y curaciones.
Algunas nos las hacía oler para que las recordásemos, pues aseguraba que el olfato es el sentido de mayor memoria.
Esta que huele tan mal es la ruda. Pero es la mejor planta de todas, sobre todo si se coge en la noche de San Juan, antes de salir el sol… Ya veis, sirve entre otras cosas para espantar a las brujas. Ya lo dice el refrán: “con aceite y ruda, no entrarás mala bruja”. Ya sé que en el pueblo dicen que soy bruja. Sin embargo aquí tengo la ruda, y el sabuco, y el romero, que también hay otro refrán que dice “el romero no lo tolero”…
-Estas son “chordigas” – dijo mi hermana que las conocía bien. ¿También valen para algo?
-Sí, son ortigas. Por si acaso no las toques, o si no, hazlo sin respirar que entonces no pican. Valen para poder tener un hijo cuando parece que no es posible.
-¿Y eso cómo se hace? Porque yo conozco a una mujer que quiere tenerlo y no puede…
-Sí, supongo que es tu tía Petronila. Pero ha hecho todo menos lo más eficaz. Hay dos cosas que no fallan: tomar en ayunas una infusión de ortigas durante una novena. Y mejor aún subir a Piedrahita, en el valle de Tena. Hay que ir para la sanjuanada. Se va a una piedra que tienen en el monte de allí, se coge rosada de la madrugada y se frota el vientre. No falla.
Esta es la sabina negra. La emplean para aumentar la sangre pero es muy peligrosa. Algunas mujeres han muerto por abusar de ella o por no conocer muchas cosas. El fruto que da, lo frío en aceite y vale contra la tiña y las liendres; y las hojas como cataplasma para las inflamaciones.
Estábamos admirados por sus conocimientos, pero ella seguía disertando, como quien explica una lección:
También aumentan la sangre la “coda de borrega” la yedra, el colondrino, el azafrán…
(La “coda de borrega” la llaman los herbolarios “saxifraga longifolia”. El “colondrino” también se llama “hierba meadera” por sus poderes diuréticos. Se usaba como abortivo en Echo y en el Sobrarbe).
-La yaya echa azafrán en el arroz… -sugerí.
-Sí, pero es para darle color. Para aumentar la sangre se hace de otra manera: se pone mucha cantidad en una copa de anís y se tiene al sereno toda la noche. Al día siguiente, por la mañana, se bebe el contenido de la copa.
(No tengo que decir, que todo esto que os cuento, ni se os ocurra ponerlo en práctica, creo que estoy hablando con una audiencia que es lo suficiente mayor como para entender que estas cosas no están aseguradas y que puede traer grabes consecuencias de ponerse en práctica).
Como junto a estas plantas, en el mismo cañizo, había alfalces y perejil, le preguntamos si también eran para lo mismo.
-Sí, dijo ella, pero se hace de otro modo.
(Tanto el alfalce –la alfalfa- como el perejil lo solían introducir las mujeres que querían abortar en la vagina)
Lo he detectado por todo Aragón. Algo similar me contaron en Bolea. Lo hacían con un junco. Una mujer –me dijeron la casa- murió a consecuencia de eso. También en Bolea creían que era abortivo el beber agua de Fuentemaza, debajo del Tolato. En Adahuesca utilizaban baños con agua caliente y mostaza. En Ontiñena preferían el “marruego” una hierba pequeñica que no he podido identificar).
Sobre otro cañizo tenía todavía más plantas. Yo creo que nunca las había visto o al menos reparado en ellas. Al ver que me llamaban la atención, me advirtió que no las tocase:
-No, no las toques, que son venenosas. Bueno algunas.
Yo me preguntaba por qué las tenía y ella pareció adivinar mis pensamientos.
-Son plantas muy fuertes –continuó- y se tienen que emplear con mucho cuidado y siempre que yo lo diga. En dosis muy bajas alivian los dolores y alegran el corazón. Pero pueden llegar a matar. Es bueno que las conozcáis para que no juguéis con ellas. Hace poco, unos niños de Montmesa jugaban a las comidicas con hierba loca y comieron de ella. Menos mal que en el hospital los cogieron a tiempo. (Esto es cierto y se dio por los años cincuenta).
-Mirad: éstas son las peores: ésta es la belladona, éste, el beleño y éste el estramonio. Son malas, pero al mismo tiempo hacen volar. Con ellas las brujas dicen que hacen sus ungüentos y salen volando por la chimenea.
(Las tres llevan algún alcaloide que es el responsable de las alucinaciones. La “belladona” contiene hyosciamina, el “estramonio” que produce efectos parecidos a la datura es a causa de la “escopolamina” que lleva, y el beleño, el más famoso alcaloide del mundo brujeril).
En la creencia popular, las brujas utilizaban estas y otras sustancias que eran alucinógenas, (Con frecuencia, también “el tejo”, el “emborrachacrabas” cuyo nombre científico y aún castellano desconozco, los narcisos y hasta el boj). Todo esto les introducía en el mundo de los vuelos).
Para mi todo aquello me era un mundo nuevo. Estaba tan ilusionado como si estuviera escuchando un cuento maravilloso. Por un lado tenía un miedo cerval y una especie de escalofrío me recorría toda la espina dorsal. Por otra parte, la curiosidad –una curiosidad morbosa, es verdad- me hacía estar pendiente de los labios de tía Basilisa. No estaba seguro de que lo que contaba era verdad. Más bien, inconscientemente, pensaba que todo eran cuentos. Pero ¡era emocionante oír hablar de todo eso aunque no se creyera del todo! Sin embargo, ahí estaban las hierbas y el aplomo con que hablaba la “agüelica”. Por nada del mundo dejaría uno de escucharla…
-¿Y dice que estas plantas valen para volar?
Ella quería, sin duda, quitar hierro al asunto y satisfacer al mismo tiempo nuestra curiosidad de niños. Por eso sin duda nos contó aquella historia, que luego he oído repetir con numerosas variantes…
Un buen día un tratante llegó a Las Almunias y se hospedó en casa de Maizal. No había cama para él y se acomodó en la cadiera de la cocina. Hete aquí que a la media noche entraron dos mujeres, ya mayores, vestidas de negro que venían cuchicheando. El tratante se hizo el dormido y las espió con el rabillo del ojo.
Se acercaros al hogar y con mucho cuidado levantaron una losa de la tizonera. Sacaron un pote con un ungüento verduzco, se untaron todo el cuerpo, guardaron el pote en su sitio y exclamaron:
-“Por encima de rama y hoja, al dolmen de Tella”.
Una fuerza extraordinaria las absorbió por la “chaminera” y desaparecieron.
Impresionado por lo que había visto, el viajero quiso probar suerte. Sacó el pote, con un poco de aprensión se frotó el cuerpo con la sustancia aceitosa y mal oliente, igual que había visto hacer a las mujeres y pronunció la fórmula mágica.
Lo malo es que se equivocó en las palabras y en vez de decir “por encima de rama y hoja” dijo “por entremedio de rama y hoja”.
Se sintió arrebatado por la chimenea y “estorrozándose” por toda la espesura y lleno de magulladuras llegó al dolmen de Tella.
El pobre estaba todo asustado cuando llegó. Ya estaban las brujas reunidas. Había decenas de ellas y todas parecían muy animadas y se contaban unas a otras todos los males y estragos que habían hecho aquella semana. En medio del corro había un “buco” (macho cabrío) que resultaba ser el mismo diablo. De cuando en cuando él daba una señal y todas las brujas y brujos – que también había unos pocos hombres- se ponían en fila y pasaban a adorarle dándole un beso. Lo hacían en el trasero, debajo del rabo.
Nuestro hombre, para no hacerse notar, también tuvo que ponerse en fila. Pero estaba decidido a no besar al diablo por que le daba mucho “repeluz”. Cuando le llegó el turno, sacó un punzón que llevaba en el bolsillo, y en vez de besarle, le clavó el punzón.
El buco pegó un respingo y se le quedó mirando, pero no dijo nada.
Vuelven todos a danzar en corro y vuelven a ponerse en fila a la señal del demonio. Y todos, otra vez a besar.
Al llegar a él, el diablo se le volvió y le dijo:
-Tú pasa, pero no beses hasta que te afeites…
La historia nos apreció divertida. Aunque la tía Basilisa parecía creer en brujas, de ningún modo quería asustarnos.
Aún nos contó más historias y nos enseñó más cosas que seguro irán saliendo en nuestros programas. Se hacía tarde y tuvimos que despedirnos.
Nunca más le tendríamos miedo a esa “biella” tan simpática.
Ya estábamos en la calle cuando se asomó a la ventana y nos dijo con mucha sorna:
-Siempre que la yaya quiera sal, podéis venir a buscar…
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Excelente. Me ha gustado mucho.
Kisses,
Marta