Comenzamos con este post una serie, que a lo largo del mes de agosto, se dedicará de forma monográfica a los casos de afectados que conocimos en el Foro Mundial de las Luchas del Agua, que se celebró en Zaragoza a principios de este mes de julio.
El primero de ellos hace referencia a la comunidad indigena de Embera Katios, en la región colombiana del Alto Sinú. Recibimos a dos representantes de las comunidades y a una periodista, de los cuales no podemos decir sus nombres. Uno de los líderes más importantes de la comunidad, Kimy Pernía, lleva 6 años secuestrado por los paramilitares después de aparecer regularmente en los medios de comunicación, manifestando la posición contraria de su pueblo a la realización de la presa de Urra.
Los compañeros colombianos nos mostraron como casi quince años después del llenado de la presa de Urra I, los Embera siguen padeciendo las consecuencias de este megaproyecto, para la realización del cual no hubo ningún tipo de proceso de participación social de los afectados, como marca la Constitución colombiana. A partir de entonces estas comunidades iniciaron una larga lucha para que se llevaran a cabo reparaciones que palien los impactos ambientales, económicos o sociales que ha producido la presa. A todo ello hay que añadir los casos de desaparecidos, amenazas e invasiones militares de pueblos. El taponamiento del curso natural de los ríos donde viven los Embera ha acabado con su principal alimento, el pez bocachico, lo que ha producido desnutrición entre los más pequeños.
Un aspecto especialmente lamentable es que la actuación del gobierno colombiano y de la hidroeléctrica ha ido dirigida permanentemente a dividir socialmente a los Embera, hasta el punto de que actualmente hay hasta cuatro sectores divididos sobre la posición a tomar ante Urra II, que no es sino un recrecimiento de Urra I. Un aspecto especialmente doloroso para estas comunidades es que todos los sitios sagrados, lugares rituales o simbólicos, o lugares de enterramiento han sido inundados por el pantano, alterando radicalmente las creencias espirituales de la población local.
Por otro lado, cada vez se produce mayor sedimentación y formación de nuevos taludes en sus ríos, haciéndolos prácticamente innavegables, aumentando también la población de mosquitos transmisores de enfermedades tropicales. Y todo ello, para buscar el exclusivamente el beneficio económico de una multinacional.
Ante esta dramática situación es fácilmente comprensible el rechazo que el proyecto denominado río Sinú, y que no es sino el recrecimiento de Urra, denominado Urra II, ha producido en las comunidades Embera. En este momento, la oposición al proyecto se produce no solo por las comunidades indigenas, porque supondría la práctida desaparición de las mismas a corto plazo, sino también de organizaciones ambientalistas al quedar afectado el Parque Nacional Nudo del Paramillo. Desgraciadamente, si la realización de este proyecto depende de la sensiblidad social del Presidente Uribe, podemos decir que ésta es una causa perdida.
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