MONEGROS “Serreta Negra”
En más de una ocasión nos hemos sentido apabullados ante un paisaje de este bendito Aragón nuestro. La verdad es que nos quedamos pasmados ante el espectáculo de la naturaleza por lo que tiene de insólito, de inesperado. ¿Cómo puede darse tanta belleza en un rincón tan pequeño? Mascún, Piracés, Escuaín, Añisclo… No es de extrañar que un Briet se quedase encandilado con nuestra tierra. Nada de raro que el millonario pirineísta Russell quisiese comprar todo el macizo de la Maladeta…
Hoy os quiero llevar a otro rincón de la provincia. A los Monegros.
Ya me estoy imaginando a más de uno con una sonrisa de escepticismo. ¿Qué se puede decir del desierto de los Monegros? Kilómetros y kilómetros de un secarral ondulado, con la silueta de la Sierra de Alcubierre y de Lanaja como telón de fondo.
Monotonía agotadora solamente interrumpida por la mancha negra de una sabina o algún escaso pueblo que se calcina bajo un sol abrasador.
Esto es ser injusto con ellos. ¡En qué pocos lugares podéis contemplar tanto espacio de tierra y de cielo! Yo reconozco que los Monegros me enamoraron la primera vez que los vi.
Sí, es verdad que para muchos nos dibujan sencillamente un desierto, pero no olvidemos que también los desiertos tienen sus oasis.
Y ya hemos llegado a eso. Precisamente un oasis espléndido, inmenso -nada menos que tres mil hectáreas-, sorprendente… Es la Serreta Negra. Perfectamente desconocida para nosotros (como casi todo lo nuestro) aunque no para científicos extranjeros que la investigan y al final nos la descubrirán.
En Fraga llaman a la Serreta Negra “Allá dins” (allá dentro).Pero, ¿qué es exactamente?
¿Os imagináis la selva de Oza en los Monegros? No, no os la imagináis. Pues ésta es una buena ocasión para dejamos maravillar por el eternamente mágico Aragón.
Cogemos el coche hasta Candasnos. Allí tomamos una cerveza fresca por lo que pudiera venir y seguimos el viaje rumbo al sudeste, como si quisiéramos ir a Zaragoza y a Lérida a la vez, por un camino polvoriento y abrasador; dejando muchos ramales a izquierda y derecha llegamos a una caseta-refugio, propiedad del Ayuntamiento de Fraga: es Bassa Roiga.
Desde aquí ya se divisa al fondo una mancha negrísima, como debieron de ver nuestros antepasados toda la zona desde Robres y Alcubierre hasta Valfarta y Candasnos y por eso la bautizaron como Monegros, los Montes Negros. Aunque aquí, donde pisamos ahora, todo parezca un páramo desolador.
Viene a continuación todo un dédalo de caminos que se dirigen hacia la Serreta Negra, etiquetados gallardamente como avenidas, “Avenida de Fraga” leemos unos indicadores, “Avenida de Peñalba”, “Avenida de Candasnos”. Ahora tiramos por donde Dios nos dé a entender, orientados por el instinto y la mancha negra. Y de repente, ya estamos en la Serreta.
Y ahora, la magia. Es un bosque inmenso de vegetación mediterránea con la base del pino negro y la encina, pero con interesantísimas muestras pirenaicas.
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